16/01/2018
nteúltima semana de diciembre de 2017. El peronismo se divide entre quienes negocian con el gobierno nacional para aprobar la reforma jubilatoria y quienes endurecen, aún más, su oposición radicalizada. En una oficina del Congreso de la Nación, en la que no hay luz natural ni cuadros de líderes del PJ colgados en las paredes, un senador nacional verbaliza un diagnóstico del partido al que pertenece. "Al peronismo hay que reconstituirlo.Sanarle las heridas y levantarlo. Esa es la diferencia con reconstruirlo, esa palabra que usan todos. El peronismo no se rompió. Sino que el personalismo de algunos dirigentes pasó por encima del partido. Hay que volver a centrar el eje".
Reconstruirlo, reconstituirlo, rearmarlo, reorganizarlo, renovarlo. Los verbos varían según los dirigentes que analizan el futuro del peronismo y que quieren formar parte de la discusión que atravesará el partido en los próximos dos años. No se quieren quedar afuera. Saben que la nueva base de poder que se genere será la que sirva como sostén de un cambio más profundo. Una modificación en el liderazgo y en las formas de hacer política. El peronismo debe cambiar para volver a ganar, pero también para regenerar una identidad. En la actualidad es un partido dividido y sin liderazgo.
Los actores principales de la negociación serán los mismos que se disputaron poder y votos hasta el final del 2017. Todos intentarán confluir bajo el enorme y maltrecho paraguas del peronismo. La sombra en la que siempre hay lugar para uno más y en la que no hay que dar explicaciones convincentes sobre las decisiones del pasado. El futuro del homogéneo espacio lo discutirán los gobernadores y los legisladores que los representan en el Congreso, el kirchnerismo, los intendentes bonaerenses, el massismo y el randazzismo.