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Viajes y Turismo

Pietrapertosa, un dulce pueblito italiano en la montaña

Como salido de una película neorrealista, es una pequeña villa en los Dolomitas Lucanos donde sólo en apariencia nunca pasa nada

21/09/2017

En los años 70 el gran fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson recorrió la región italiana de la Basilicata y tomó imágenes que hoy integran una hermosa muestra que gira por el mundo. Una de esas fotografías es de Pietrapertosa, un pueblito enclavado en la montaña, con casas de paredes de piedra, altas portezuelas y calles irregulares que serpentean hacia la cima.

 

 

En la imagen hay tres obreros que asfaltan una calle, un oficial que controla el trabajo mientras un grupito de niños se agolpa sobre un ventanal enorme y agita el fondo de la escena intentando llamar la atención del fotógrafo. En una zona de sombras, casi imperceptible, una mujer sonríe mientras un nene espía la escena. Parece un fotograma de una película del neorrealismo italiano en el que los niños son los únicos que se alteran con la presencia del extranjero.

Más de 40 años después, esa foto transmite la misma cadencia de la Pietrapertosa actual. Es que este pueblito del sur de Italia, a 1100 metros de altura en el cordón de los Dolomitas Lucanos, no se reconoce en el cambio. Lo dicen sus propios habitantes, casi todo se mantiene igual: las casitas pintadas de amarillo con techos de tejas coloradas y balcones con ropa tendida, los comedores con manteles de hilo floreados y aroma a comida, la calle principal en la que desembocan las callejuelas angostas por las que apenas pasa un auto y, sobre todo, la vista descomunal que convoca a desconectar y entregarse al paisaje natural e histórico ajeno al ajetreo de las grandes ciudades.

 

 

Pietrapertosa se encuentra en la cima de una montaña. El recorrido para llegar -que puede hacerse en auto o en colectivo- es también una expedición al interior del parque regional Gallipoli Cognato donde abundan los bosques de robles y castaños, y arbustos con flores amarillas que colorean el camino. En esa escalada de curvas pronunciadas también es común ver sobrevolar a aves rapaces que, incluso, como un símbolo de su autoridad toman forma en la figura caprichosa de uno de los picos montañosos al que llaman águila real.

Casi al final del camino empieza a divisarse el pueblo. Tiene forma de anfiteatro reclinado sobre la montaña y recibe al viajero con un espectáculo único: un sitio que parece vivir en otra era, con un ritmo que sugiere engañosamente que ahí nada sucede ni sucederá nunca.

 

 

Lo cierto es que en lo más alto de la montaña y con una vista privilegiada se levanta el castillo de Pietrapertosa, construido en la Edad Media. Estratégicamente ubicado para controlar los movimientos del enemigo y atacar en caso de peligro, fue una fortaleza para los guerreros sarracenos y también durante mucho tiempo para los normandos.

Con los años y los cambios políticos mutó a residencia señorial, luego fue abandonado, demolido parcialmente durante la Primera Guerra Mundial y en la actualidad es un museo vivo cuya dedicada restauración permite una convivencia armoniosa de diferentes huellas civilizatorias. Tiene un imponente portal de ingreso, la torre de control, lo que fue una celda para prisioneros y el trono de la reina Costanza d'Altavilla excavado en la roca con una escalera empinada.

El predio al aire libre está acondicionado con mesas y sillas para pasar el día. Con la luz del atardecer, las montañas adoptan un color rosado y todo se tiñe de un resplandor encantador, al igual que los Alpes Dolomitas del norte italiano de los que reciben el mismo nombre. De vez en cuando, funciona como escenario de lecturas de poesía, presentaciones de libros o shows musicales a la luz de las estrellas.

Barrio Arabata

Al pie del castillo está el casco antiguo de la ciudad o barrio Arabata, al que se accede por unos pocos pasadizos con escaleras. Los árabes levantaron estas singulares viviendas como réplicas de verdaderas fortalezas: rectangulares y con sólo dos aberturas en las paredes más angostas, una puerta de entrada y otra en el lado opuesto que permitía escapar en caso de peligro. Ellos dejaron su impronta en la cultura del pueblo que, por eso, cada 10 de agosto celebra allí la fiesta de la colectividad con danzas, música, ricos platos y hasta recreación de un harén.

Pegado al casco, se despliega el caserío que alberga alrededor de 1300 habitantes. Todos juntos podrían ocupar un sólo edificio de cualquier ciudad, pero se esparcen cómodos por esas casas pintorescas. Cerca de la plaza y sobre la vía Garibaldi, también llamada Calle de los Portales, hay viviendas que fueron antiguas residencias señoriales y cuyos portales de entrada e interiores recuerdan el gusto y el estilo de vida de la nobleza. Algunas de esas casonas funcionan hoy como hospedajes turísticos.

 

El casco antiguo de la ciudad o barrio de Arabata, al que se accede por pasadizos con escaleras. Foto: Gentileza Garrammone Romero

 

También se destacan las parroquias y capillas (¡siete para esa cantidad de habitantes!) con sus particulares historias, como la Capilla del Purgatorio construida en el siglo XVII en homenaje a un vecino encarcelado injustamente que había prometido que la edificaría una vez que fuera comprobada su inocencia, o la de la antigua iglesia del convento de San Francisco, que fue fortaleza durante el imperio romano. Recorrerlas es también reconocer los estilos que primaron en el tiempo.

Si hay algo que en Pietrapertosa no falta son las escaleras. Están por todas partes: en las entradas y el interior de las casas, para unir viviendas, callejuelas o barrios, incluso como desniveles de una misma calle. Los vecinos las caminan con una naturalidad admirable, ni los ancianos se amedrentan ante las más empinadas. Cuando en sus recorridos se cruzan con un extranjero lo reconocen al instante y lo saludan con la misma cortesía con la que se disponen a guiarlo a descubrir perlitas locales, como las viviendas que pertenecieron a familias que emigraron a la Argentina cuando acechaba la hambruna. Algunas permanecen cerradas desde entonces y sus ex habitantes cobran vida en esos relatos.

Es tanta y tan preciada la amabilidad y tranquilidad en el pueblo que existe un sólo policía a la espera de jubilarse y que, por supuesto, saluda amigablemente.

Via Ferrata

Desde el pueblo se puede realizar la travesía Via Ferrata, que permite llegar a zonas inaccesibles e incluye trepar algunos picos de los Dolomitas, cruzar senderos y hasta un puente de Nepal sostenido a 650 metros de altura. Otra opción más apacible es la excursión por La Ruta de las Siete Piedras, que recupera un antiguo camino rural de dos kilómetros que conecta a ambos pueblos. Es un paseo con postas naturales inspirado en fábulas trasmitidas de generación en generación. En ambos casos, un buen plan para cerrar el día podría ser reponer fuerzas con unos ricos pimientos fritos acompañados de un vino tinto Aglianico del Vulture, una típica y tradicional combinación del lugar.

Hay, no obstante, una celebración que invita a descubrir lo más tradicional y representativo de Pietrapertosa. Se trata de la fiesta de Il Mascio, cuya organización involucra a todo el pueblo. Comienza la mañana del 13 de junio, día de San Antonio de Padua, cuando un grupo de hombres sube al bosque a cortar el árbol más imponente. Todo parece una gran excusa para vivir una fiesta interminable: ni bien lo eligen despliegan copiosas cantidades de comida y bebida sobre un gran mantel en el suelo y celebran un buen rato.

Hay niños, padres y abuelos conmocionados por alimentar y compartir la tradición. Después lo talan en una ceremonia colectiva y se trasladan a un predio cercano a seguir de festejo hasta el atardecer entre más comida y bebida, tarantelas y pasodobles.

Eso es apenas un anticipo de lo que ocurrirá el fin de semana siguiente cuando en procesión se transporta el árbol junto a otro arbusto pequeño mediante bueyes. Los unen luego en matrimonio (el arbusto en la punta del roble), asientan la base en un pozo excavado en el cemento y con sogas lo erigen frente a la torre de la iglesia como si quedara plantado. Durante dos días el pueblo toma la calle hasta altas horas de la noche: hay conciertos, danzas, una peregrinación con la imagen de San Antonio y, por supuesto, más opciones para comida y bebida. Una prueba más de la engañosa presunción de que en Pietrapertosa no sucede ni sucederá nada nunca.

Casi ángeles

Los servicios para el turismo se acrecentaron en los últimos años desde que Pietrapertosa se revolucionó con la llegada del Vuelo del Ángel, una tirolesa que lo conecta con Castelmezzano, otro pueblito del mismo cordón montañoso.

Desde entonces, este atractivo no deja de traccionar turistas, especialmente entre mayo y noviembre cuando está abierta al público. Es la única tirolesa que vincula dos pueblos de montaña, está suspendida a 400 metros de altura y recorre a 120 kilómetros por hora y en menos de dos minutos un trayecto de 1400 metros.

Cuando la empresa constructora terminó de instalarla invitó a la población a probar la tirolesa gratis. Casi todo Pietrapertosa lo hizo: los vecinos se agrupaban en el puesto de salida y celebraban eufóricos cada partida y llegada. Hasta abuelas de 80 años con sus típicos batones se calzaron el casco y el chaleco protector y se lanzaron al viaje; algunos más temerosos se animaron en dupla (es una opción mientras no superen los 150 kilos).

Hubo quienes concretaron promesas o rituales psicomágicos, otros que cumplieron con el deseo de volar y disfrutar de esa vista maravillosa, y quienes simplemente lo hicieron para visitar algún pariente o amigo en Castelmezzano evitando los 40 minutos que insume el recorrido en auto por carretera. Hoy son los principales promotores del Vuelo del Ángel arengando a los turistas a vivir la experiencia.

Buen apetito

En Pietrapertosa la mayoría de las familias elabora sus propios alimentos e, incluso, el vino. En cuartos acondicionados como despensas cuelgan los salamines; estacionan en toneles el vino patero y almacenan frascos de aceitunas y verduras en aceite cosechadas de sus propias huertas; también botellas con salsas para las pastas típicas como las orecchiette y los fusilli.

Los restaurantes locales saben combinar con excelencia esa comida tradicional con otros platos gourmet que incluyen el cerdo negro lucano, el cordero, el bacalao, las flores de calabaza fritas o el queso de cabra, entre otros deliciosos ingredientes.

Datos útilesCómo llegar

Volar a Roma, Nápoles o Bari, desde donde se puede viajar en tren a la ciudad de Potenza, a 50 km de Pietrapertosa. Luego, el recorrido, de una hora, puede hacerse en colectivo -cuesta ?2.70- o en auto. Pietrapertosa queda en la provincia de Potenza, región Basilicata.

Dónde dormir

En antiguas residencias señoriales reacondicionadas como hospedajes, como la Vecchia Posta; Il palazzo del Barone y La Margherita. El complejo Le Costellazioni alquila viviendas en todo el pueblo y también hay varios bed & breakfast.

Dónde comer

La Locanda Di Pietra es un restaurante muy recomendable para probar platos de la región con un toque refinado. También hay que visitar el resto de las pizzerías y restaurantes por sus riquísimos productos tradicionales.

El Vuelo del Ángel. Abierto hasta el 12 de noviembre (algunos días de la semana). Ticket individual: 40 euros; de a dos personas,: 72 euros. Hay promociones por 25 euros.

FUENTE: DIARIO LA NACION