09/07/2018
En un principio las máquinas tomaron el trabajo operativo, más rutinario, en las fábricas. Los hombres, en cambio, se quedaron con la supervisión como su rol fundamental, estar atentos a cualquier desperfecto. El mismo proceso se está dando en el siglo XXI -y se acelerará en los próximos años-, pero en la oficina.
El futuro inmediato se avizora inquietante. Las proyecciones son, en muchos casos, fatalistas. Uno de los papers más célebres en el ámbito de la futurología laboral es el de Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, investigadores de la Universidad de Oxford, que predijeron, a través de un algoritmo, el riesgo de extinción de más de 700 empleos en Estados Unidos a manos de la tecnología.
Pese a algunos cuestionamientos, "El futuro del empleo: cuán susceptibles son los trabajos a la computarización" se presenta como una de las referencias. Los autores pusieron distintas habilidades en la balanza: qué puestos requieren inteligencia social y emocional, cuáles necesitan de creatividad y originalidad, de soluciones meditadas. Del otro lado, aquellos que no implican grandes procesos cognitivos, los más mecanizados.