10/01/2019
Las conversaciones son silenciosas, como en una gran biblioteca, aunque el espacio es tan cálido y acogedor que el café elevado en la parte de atrás de la sala está lleno de clientes que leen y beben capuchinos y submarinos de chocolate", continúa el artículo, que está firmado por Brian Clark Howard.
Desde la Avenida Santa Fe, el Ateneo Grand Splendid es un edificio llamativo. Una gran vidriera con libros, un cartel con su nombre, los pliegues de una arquitectura de principio de siglo XX. Sin embargo, al entrar, todo se vuelve inmenso.
Al fondo, a lo lejos, el telón rojo abierto, a los lados los palcos y en el techo, pasando los libros de la entrada, una cúpula pintada al óleo por Nazareno Orlandi. Las luces cálidas y los ornamentos completan el paisaje de un museo vivo hecho librería.
Antes de estar colmada de libros, el Ateneo fue el Teatro Nacional Norte hasta que, en 1917, se tiró abajo y se construyó un sueño de la modernidad argentina: el Grand Splendid, un inmenso cine-teatro de vanguardia.
El edificio es un símbolo de la cultura porteña: en él tuvieron lugar conciertos de ballet, ópera y las primeras