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La extraordinaria historia del hombre que en 1948 creó y fabricó el auto más seguro y hermoso del mundo

Sólo pudo construir 50, quedan 47, y por el último subastado se pagó más de un millón de dólares

11/06/2019

Preston Tucker (Michigan, 21 de septiembre de 1903) tenía en su ADN el mismo que la enorme mayoría de los norteamericanos: la pasión por inventar. Es, claramente, por pasado, presente y seguramente futuro, un pueblo de hacedores. Con titanes: ¿Acaso no lo fue Henry Ford, que llenó de autos su país y el mundo?

Pues bien. Preston nació amando los autos. A sus 16 años le echó mano a uno que estaba para el cementerio…, lo recicló, y lo vendió.

No tenía vocación de policía, pero lo fue en el departamento de Lincoln Park para estar cerca de los patrulleros de última generación. Y no tardó en sufrir una dura amonestación por instalar en el suyo algunos chiches innovadores. Furioso, renunció.

Pero no se alejó del planeta de las cuatro ruedas. Desafiando la pésima fama de los vendedores de autos –también parte de la mitología automotor–, le fue bastante bien en una agencia de su ciudad, y evolucionó hasta la gerencia de otra –solo autos de lujo– de Memphis, Tennessee.

Hizo un razonable dinero, y trotamundos al fin, empezó a viajar año tras años para ver los bólidos de las 500 millas de Indianápolis. Y no dio puntada sin hilo: convenció a Harry Miller, creador récord de autos ganadores, de construir otros en sociedad. Y así, en 1935, nació Miller and Tucker Inc. No les fue mal, pero Miller murió en 1943, y Preston no pudo seguir.