02/07/2019
(Enviado especial a Chile) Su padre los había colgado en un área estratégica. Cada vez que entraba y salía de su casa en Osorno, Chile, estaban allí, imperturbables y coloridos, asumidos como adornos de bienvenida. Eran parches o escarapelas de las misiones espaciales de la NASA: la saga mítica del Apollo compartía cartel con la de los años setenta del Skylab, la primera estación espacial de la agencia norteamericana. Eran obsequios de su tía, que trabajaba en los Estados Unidos en la confección de los trajes. Su padre, el hermano de su tía, había mandado a encuadrar una fotografía de los tripulantes del Apollo 11 -la nave que depositó al primer hombre en la Luna- que también se lucía en una pared preponderante del hogar.
Klaus Von Storch absorbió un destino que parecía preasignado. Conserva en su casa los cuadros y los parches heredados de su infancia, y atesora, también, sus fotos con Neil Armstrong, sus pergaminos como ingeniero espacial y la silla de eyección que le salvó la vida en un accidente aeronáutico de 1986. Su vida es la de un adulto que a sus 57 años aún persigue el sueño de viajar al espacio. Podrá practicar hoy, no al espacio sino al cielo, no como astronauta sino como piloto militar en retiro de la Fuerza Aérea de Chile: pilotará uno de los Airbus 320 Neo que llegará a 12 mil metros sobre el nivel del mar, perpendicular al sol y la luna, para contemplar el eclipse solar desde una posición privilegiada. Irá a "cazar" el eclipse total solar 2019.