11/05/2019
La bailarina Laura D\'Onofrio ensaya pasos de danzas clásicas sobre el piso Harlequin de un salón tan amplio y lujoso como vacío. Ella está sola. La acompaña apenas la luz brillante del sol que ilumina la escena. Y en medio de esa soledad, despliega sus habilidades mientras una pieza de tango suena de fondo. De pronto la interpretación finaliza. Se cambia de ropa, guarda sus pertenencias, toma su bolso y se va. Pero el baile aún no termina.
Ni bien baja las escaleras de la entrada al Teatro Colón sobre la calle Libertad y camina por la vereda del edificio emblema la cultura nacional, observa enfrente, a unos metros, a un hombre listo para comenzar a tocar un acordeón conectado a un parlante amplificador de gran tamaño. Empieza entonces el segundo acto.