26/11/2022
Rodrigo Labra, uno de los apicultores de la isla, lo sabe muy bien y por eso lucha junto a un pequeño grupo de colegas para preservar este tesoro y convencer a los gobiernos de que declaren este enclave en el ombligo del mundo reserva mundial de abejas.
De momento han logrado, que se prohíba la importación ya que las medicinas y otros agentes químicos que se le dan a las abejas fuera para protegerlas de enfermedades como la varroa destructor, el laque americana, el laque europea y el nosema también se traspasan a la miel.
Y basta con que una de las miles de las abejas polinesias absorba una gota de esa miel para que se contagie de la enfermedad y desaparezca esa pureza.
“Acá los agricultores prácticamente no usa pesticidas, usan técnicas ancestrales de cultivo. El agua también es completamente natural. De lluvia. Tienen fuente de agua limpia por toda la isla”, explica Labra, que maneja una pequeña producción en una zona bastante habitada.